Ayer, en un taller sobre maneras alternativas de concebir la Universidad, alguien usó la expresión vigilancia epistemológica como manera de sostener nuevas epistemologías, de no repetir los prejuicios científicos engendrados y defendidos con ahínco por los países centrales y sus sucursales o corresponsales locales. Sin ánimo de contestar una noción que tiene su buen fundamento y necesidad conceptual, me quedé un poco perplejo ante el significante mismo. No fue sorpresa, ya había escuchado, leído y usado ese sintagma, pero en ese contexto de -sorprendentemente difícil- intento de apertura, de cuestionamiento hic et nunc de la academia, produjo una disonancia particular. Inmediatamente me quejé y contesté que de lo que se trataba era de proponer una subversión epistemológica. No sé ahora bien qué quise decir con eso, cuál sería el alcance de dicha subversión, pero me afirmo en la idea de que esa vigilancia arrastra consigo una noción de metodología, de protocolo de investigación, de cuidado que no se cuida a sí mismo, de reflexividad acotada. Puede ser un comienzo, pero los pasos que siguen podrían parecerse más a pensar haciendo huevo frito, a exponer argumentos como parte inseparable del drama de vivir, a una hospitalidad intrínseca para pensamientos heterodoxos, a la anamnesis de quiénes y dónde somos para recuperar en nuestros propios cuerpos el gesto de Fanon, a desplazar los límites que la industria editorial pone a cómo pensamos, a pensar esos límites, a hacer de nuestra Universidad un lugar donde también sea posible la felicidad cotidiana, desde donde podamos seguir erosionado los persistentes mundos coloniales.
Ecos de la voz calma pero atenta de Rita que queremos seguir haciendo resonar en lo que algún día –ojalá- sea la contra-academia de ciencias, cuando las sacudidas a las epistemologías dicotómicas permitan abrir espacios para una ciencia que (se) piense, que se ubique y sea parte inseparable de nuestros pueblos, de nuestros cuerpos y nuestras voces. Pensar en el sur es posiblemente un paso hacia una verdadera universalidad, menos neutra, que necesariamente incluya el propio lugar de enunciación, con cuerpo, raza, historia(s), como parte de una expresión que quizá termine trascendiendo eso que hoy llamamos ciencia.
La singularidad de esta conferencia de Rita que Paulina transcribió intercalando también su propia voz, iluminando las incomodidades de una audiencia conminada a pensar a la vez en y contra los marcos conceptuales heredados, es una invitación a recorrer caminos intelectuales más fértiles e inciertos, más difíciles quizá, pero, como decía Rilke, que algo sea difícil es una razón más para elegirlo.
Dr. Javier Blanco