Avanza el 2022 y el horizonte no aclara. A los efectos de las políticas regresivas impulsadas por el gobierno de Macri, se suman los estragos sanitarios y sociales de la pandemia. El escenario internacional ofrece guerra, desabastecimiento y crisis energética, desamparando a pueblos enteros en todo el mundo. El peso de la deuda aplasta nuestras vidas.
En nuestro país, y en Córdoba en particular, los trabajadores y trabajadoras somos la variable de ajuste. Nuestras
condiciones de trabajo se precarizan y flexibilizan, se quitan derechos, crece la informalidad, los salarios y las
jubilaciones pierden sistemáticamente contra la inflación. El “trabajo genuino para todos” se convierte en una muletilla de improbable realización -en el marco de los programas económicos de los grupos concentrados-, mientras se demora la implementación de un ingreso universal que garantice la vida del conjunto de la clase trabajadora.
La profundización de las desigualdades se acompaña de los más variados discursos justificadores y legitimadores de este orden injusto. Avanzan las derechas en la política de los países centrales, pero también avanza entre nosotros y nosotras la condena a los pobres, el odio al diferente, la disolución de los proyectos comunes por los que tiene sentido el compromiso individual y colectivo.
Los gobiernos no parecen encontrar la salida, o son cómplices de una solución conveniente a los poderosos. Porque no nos engañemos: la crisis no es igual para todos, y ya es muy evidente que algunos actores están ganando con el empobrecimiento de la mayoría. Cuando la especulación a cualquier precio es una alternativa aceptada, cuando un puñado de empresarios coloca su ganancia por encima del interés general, cuando el Estado renuncia a su deber de fiscalizar a los ricos y proteger a los más débiles, es cuando la política pierde sentido como herramienta de transformación. Y es también cuando las organizaciones sindicales y sociales debemos estar más fuertes y presentes que nunca.
Desde la Intersindical de Mujeres de Córdoba decimos que este tiempo es el de recuperar el protagonismo del pueblo
trabajador. Reconocernos en una tradición de organización y de lucha, que en los momentos más difíciles de nuestra
historia nos permitió construir horizontes de justicia. Reconocernos también en la intensa y refrescante oleada
feminista, que nos animó a construir nuevas herramientas de organización, renovó los debates y convocó a miles de
compañeras a las calles.
La unidad de nuestras organizaciones es más necesaria que nunca. Y no se trata de simples declamaciones, porque en
este tiempo hemos avanzado en la materialización de esas formas de unidad. Hoy sabemos que trabajadoras somos
todas: las empleadas formales, las cuidadoras del hogar, las que trabajan en el servicio doméstico, las campesinas, las productoras de la economía popular, las cooperativistas, las feriantes, las migrantes… Nuestros cuerpos producen y, si nosotras paramos, se para el mundo.
Desde esta convicción, convocamos a todos los sectores del trabajo de Córdoba a avanzar en acciones comunes para frenar la avanzada de los especuladores. Está en nuestras manos resistir las políticas de ajuste con las que los poderosos pretenden salir ganando de esta crisis, e imaginar un futuro de igualdad, soberanía y justicia.
Que Córdoba no se quede callada. Es tiempo de crear nuevos mundos posibles y de alimentar la esperanza.